sábado, 14 de noviembre de 2015

Me querías
y yo no quería ser querida.

Lo hiciste,
tejiendo hilos para aferrarte
a los huecos de mi cuerpo.

Te enamoraste,
a sabiendas de que yo
no lo haría.

Te enamoraste
como los románticos
de la Luna.

Lo hiciste,
para justificarte ante tantas huidas.
Lo hiciste, para que nunca
comenzara mi partida
lejos de tus brazos.

Los años van pasando,
yo sigo cambiando,
el reloj sigue danzando.

Yo te he dejado en el pasado,
pero nunca te he olvidado.
¿Y tú? ¿Me recuerdas? ¿O has quemado el par de cartas que te escribí?
Tú decías tiempo al tiempo.
Y yo que pese al tiempo y la distancia, no te olvidaría. Y aquí sigo, cumpliéndolo todavía.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Y el pasado...

El tic tac se descontrola dentro de mi pecho después de haber intentando habituarme al sonido de nuestro reloj que se cansó de sonar.
Siempre hablo de relojes y de abriles cuando tengo que escribir tu nombre, pero es que el café a medianoche sigue pareciendo estar acompañado de tu risa al otro lado del teléfono. Y eso, joder, duele. 

A veces creo que lo que escribo no tiene sentido o suena demasiado repetitivo como para darle importancia. Pero desde que te fuiste, me fui o nos fuimos, mi mente no para de pensar en aquel último anochecer que compartimos juntos. De aquella inoportuna y última vez que me aferré a tus brazos esperando que no lo hicieras, que no te fueras. Mi cuerpo lo hizo por inercia, esperando retenerte unos minutos más a mi lado, queriendo que el tiempo fuese al tiempo y tú pensaras con claridad. 

Mi mente te focalizó entre un millar de gente, te vi pasar como quien busca pero no encuentra, como quien se desconcierta ante no escuchar el latido que quiere entre toda aquella multitud. Pero cuando encontraste el olor que llevabas horas buscando, comenzaste a evitarlo. A dar medias vueltas que no te llevaban hacia ningún sitio, que se convertían en vueltas completas que te mareaban y te dejaban en el mismo lugar. Agotado, exhausto y sin ganas de esperarme. 

No tuve en cuenta qué era lo que pasaba por tu mente, no quise asimilar que es lo que veías tras tus ojos, cual era el reflejo de la realidad que tú soñabas y comparabas con lo que había a tu alrededor. 

Ya ha pasado otra vez este día, y no he cumplido la promesa que me hice antaño. 
Estoy pensando añadirte en mi lista de cosas a medias que nunca se cumplirán. 
Porque después de que las manecillas hicieran tantas veces su recorrido, después de que el tic tac dejara de sonar en el reloj pero no en mi pecho, entendí la señal. Entendí que el tiempo realmente se había agotado, que ahora la arena era sólo eso, arena. Que no habría más "por qué no", que no existirían los "quién sabe", que no imaginaríamos ni un "y si..." más. 
Que no, que esta vez no. 
Que esta vez no habría que cumplir promesas que significaran destrozar vidas. 
Que no volvería a cometer el mismo fallo que cometí contigo.
Y que esta vez, esta ruptura, va por ti.


Hay promesas que están hechas para cumplirse en el pasado y el pasado, pisado está...

lunes, 2 de noviembre de 2015

Cosas que suenan a pasado.

Mi mayor duda sigues siendo tú. 
Y eso no lo cambia ni el tiempo que marca nuestros relojes ya cansados de sonar, parados, silenciados por la daga de plata que apuñaló tu espalda, ni la distancia entre nuestros pechos.
Dicen que los kilómetros separan cuerpos, no corazones. Pero desde que no siento tus latidos, mi corazón se ha atenuado y no encuentra el eco de tu voz por ninguno de sus huecos.
He intentando sanar las heridas que me hice entre las manos al intentar aferrarme a tus aristas cuando tu huida quería ser el huracán que se llevara mi vida por delante.
No fue fácil aprender a mirar al lado izquierdo y saber que tú ya no ibas de mi mano.
No lo fue, claro que no lo fue.
Todo esto lo sé porque aún te sigo buscando entre la gente, aún sigo con la fe ciega de volver a verte sentando al final del pasillo en un autobús que no lleve a ninguna parte. Y perdernos. Perdernos dejando atrás todas las dudas que me atormentaron el pecho cuando tú pedías sí y yo sólo sabía pronunciar no. 
Ha llegado noviembre, ha llegado otra vez con su lluvia, con su viento de melancolía, con sus ganas de pasar hojas caídas que también cuentan historias. 
El otoño es la estación que más letras lleva escritas. Y eso es porque todas las idas y venidas que me marcaron con cicatrices el cuerpo, estuvieron acompañadas de la llovizna que calaba, del frío que casi quemaba. 
Hoy me persiguen los fantasmas, llaman a la ventana cuando intento despertar de este sueño perpetúo en el que me sumí cuando te vi caminar de espaldas a mi vida, cuando me dejaste con mil preguntas y tan pocas excusas. 
Hoy es un buen día. Un buen día para llenarme los labios de arrepentimiento, para que el café sepa el doble de amargo, para mancharme la piel de tinta mientras te recuerdo y abro la puerta a mil criaturas extrañas que siguen llevando tu aroma. 
Hoy no tengo más palabras para describir qué es lo que me ha llevado a estar donde estoy en este momento. Pero Marwan habla de abrir al amor y dejar la cadena echada. 
Perdón por refugiar mi miedo entre mentiras, por esconderme haciéndome la valiente cuando realmente soy una cobarde y aún me arden las caricias que no te di por temor a que me calaran, por temor a pasar del poder a querer quedarme.