sábado, 23 de enero de 2016

Ayer volví a caminar por las calles que significaban besarte.
Lo hice porque no me acostumbro a la idea de olvidarte.
A la sensación de que todas las veces que aquellas luces nos alumbraron los labios, quedaron atrás.
Que ahora solo existen un millar de recuerdos y no hay más.
No hay más paseos de tu mano sin rumbo fijo.
No hay más planes espontáneos que dan vida a este corazón descosido.
No hay más bailes cerca de tu ombligo.
No hay sonrisas que acrecenten mis latidos.

Ahora que todo esto está quedando enterrado, creo que me estoy dando cuenta de que realmente sabíamos que esto acabaría pasando.
Que el primer beso fue el inicio de la tormenta, pero que en algún momento dejaría de llover, que llegaría la escasez.
Hay amores de verano en busca de esa diversión que solo te pueden conceder otros labios.
Hay amores de invierno en busca del calor que te dan otros brazos.
Hay amores de otoño, que me recuerdan a eso de que un clavo saca a otro clavo, porque el otoño es la fecha de las hojas caídas, de las horas perdidas, de las muertes en vida.
Y hay amores de primavera que son como un huracán que arrasa con todo. Amores que se basan en correr y que los pies vayan dejando un camino de flores.
Amores de esos que se cuentan con pétalos que dicen "¿le quiero o no le quiero?" Ambos sabíamos el final de esta historia antes de que llegara.
Ambos sabíamos que lo nuestro venía con fecha de caducidad en el reverso.
Ambos sabíamos que empezar, sería el pasado de terminar, y el futuro sería olvidar.
Pero, aún así, olvidarte, ha vuelto a congelarme.

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